viernes, 10 de julio de 2015

Amniocentesis por sorpresa

A las 21 semanas de mi embarazo, cuando ya todo marchaba sobre ruedas y las preocupaciones habían desaparecido de nuestra vista, nos llevamos el "palo" más grande que podíamos recibir a esas alturas de la gestación.

10:50, ilusionados esperabamos en la sala de espera para realizarnos la ecografía del segundo trimestre. Sabíamos que esperabamos un niño, lo sabíamos desde la semana 16. Tranquilos e ilusionados por ver a nuestro peque durante unos instantes en la pantalla del ordenador. Lejos quedaban los nervios de la primera ecografía, los miedos a que el feto no se hubiese implantado, que no hubiese latido, que el pligue nucal revelase la posibilidad de anomalias.... 
Tras una hora de espera, nos llamaron para entrar en consulta, una vez dentro, el mismo procedimiento de la primera vez: "bajate el pantalón a medio culete, subete un poco la camiseta y túmbate". La doctora me explicó que en esta segunda ecografía se comprobaba que  todos los organos se hubiesen formado correctamente y que sería un poquito más larga que la primera. Y tras esa breve explicación comenzamos. Lo primero que nos mostró el peque fueron los genitales ¡estaba claro que era un niño! Y entonces, la doctora comenzó con sus mediciones; seria, sin mostrarme la pantalla clicaba en el ordenador una y otra vez mientras movía el ecografo por mi abdomen. Tras unos minutos (eternos para mi) me confirmaba "de momento todo está bien" y en ese momento su rostro dió un cambio y pidió a la enfermera que llamase a otra doctora mientras nos explicaba "esque estoy viendo algo en los intestinos, pero prefiero que este mi compañera para explicaros" en ese momento comencé a sudar, estaba en plena crisis de ansiedad, tumbada, sin comprender qué era lo que pasaba cuando sentí que me mareaba. Me colocaron de costado y continuaron con la ecografía...comenzaron a entrar otros doctores, un chico y tres chicas; ninguno me explicaba nada y les escuchaba hablar de pancreas, intestinos, continuidad, no continuidad, dentro, fuera... Consultaron mis resultados del triple screening y tras media hora de ecografía me digeron "puedes limpiarte el gel, hemos terminado". Entonces, uno de los doctores que había entrado mientras yo estaba mareada y medio desmayada, se dirigió a nosotros y nos explicó que nuestro bebé tenía "una pequeña hernia" que no tenía importancia y que había pediatras que optaban por operarla y otros que dejaban que el cuerpo la resolviese por sí sola (una hernia en el hombligo). Pero, me tenían que realizar una amniocentesis para descartar que esa hernia estuviese ligada a una posible malformación genética.
AMNIOCENTESIS había oido y leido hablar de ese proceso, pero me descartaron la necesidad de hacermela en el primer trimestre y a mis cinco meses de embarazo me encontraba en la situación de tener que someterme a un proceso invasivo y asumir los riesgos que ello conlleva (1% de posibilidades de perder al bebé, ruptura de la bolsa, infecciones...) no había tiempo de pensarmelo, me la tenían que realizar en ese mismo momento. Firmé la autorización y pidieron a mi pareja que abandonase la consulta.
Allí estaba yo, muerta de miedo, sin comprender qué era lo que realmente estaba pasando, asustada tras escuchar que corría riesgo de aborto. Tumbada de nuevo en la misma camilla, con la camiseta levantada, el pantalón bajado y un nudo en el pecho que a penas me dejaba respirar y menos articular palabra.
Una doctora y un doctor: ella manejaba el ecógrafo para visualizar al bebe y evitar pincharle. El, desinfectaba mi piel y me explicaba que se trataba de un pinchazo que atravesaría mi piel, músculos, útero y placenta para extraer una muestra de mi líquido amniotico.
El proceso fue rápido, no muy doloroso. En 5 minutos, habíamos terminado. Me indicaron reposo durante 48 horas (no hace falta que estes en la cama, pero sí en el sofá tranquila y sin realizar ningún tipo de movimiento más que para ir al baño o moverme del sofá a la cama). Era lunes, el viernes tenía que acudir a consulta a "medicina fetal" me darían los resultados y repetirían la ecografía para una segunda exploración.

Y así salía yo de la consulta, llorando a moco tendido, asustada, agobiada, disgustada, incredula...

Los días de reposo se conviriteron en días repletos de agonía, donde intenet se convirtió en mi peor enemigo ya que al buscar casos similares al mio, sólo encontraba resultados que me aterrorizaban.
"¿Y si me tienen que interrumpir el embarazo?" Ese pensamiento rondaba mi cabeza día y noche, horas y horas llorando...deseando que llegase el viernes y con miedo de escuchar los resultados.

Y por fín: llegó el día. Los resultados.

"No se observan anomalías para los marcadores estudiados" "la hernia es muy muy pequeña y no conlleva ningún problema" "todo está muy bién"

FELICIDAD. 

jueves, 9 de julio de 2015

Positivo ¿y ahora qué?

La primera duda que nos surgió a nosotros fue sobre cuál era el siguiente paso ¿ir al ginecólogo? ¿pedir cita con la matrona? ¿Acudir al médico de cabecera?
Finalmente,optamos por la última opción y solicité cita con mi médico de cabecera. 
Hecha un manojo de nervios llegué a la sala de espera, acompañada por mi madre que intentaba tranquilizarme. 
Mientras esperaba a ser llamada, en mi cabeza repetía una y otra vez lo que iba a explicarle a la doctora "vengo porque el otro día me hice una prueba de embarazo y me dio positivo..."

Una vez dentro de la consulta, la doctora me explicó que a partir de ese momento mi embarazo lo llevarían la matrona y la ginecóloga, ella misma me dio los volantes para pedir cita con ellas. También me explicó las cosas básicas del embarazo relacionado con la alimentación, los medicamentos permitidos...y me recetó el famoso ácido fólico (que yo había intentando comprar en la farmacia al enterarme de mi embarazo, pero la farmacéutica me dijo que sin receta médica no podía dármelo). 

Y con una sonrisa de oreja a oreja salía yo de la consulta derecha a pedir las citas correspondientes; la primera: con la matrona.

En la primera consulta con la matrona, básicamente recibí muchíiiiiisima información, me habló sobre la toxoplasmosis, listeriosis, los alimentos prohibidos (o menos aconsejados), sobre la prueba combinada    del primer trimestre para la detección de alteraciones cromosómicas (como por ejemplo el sindrome de down)...
Me pesó, me tomó la tensión, me citó para la primera extracción de sangre, me dió la fecha de la primera ecografía, cita con mi ginecologa y me entregó mi cartilla de embarazo.

Empezaba la cuenta atrás (fecha prevista de parto: 15 de noviembre de 2015).


Y de repente... la vida

18 de marzo de 2015, esa es la fecha del día que cambió nuestras vidas.

Llevaba una semana con gripe, trabajando, con fiebre, malestar... Llegaba a casa y me metía a la cama y durante esa semana, en mi "reposo" tube una corazonada, un pálpito, un presentimiento... Automáticamente , dejé de tomar los medicamentos para frenar mi gripe y la siguiente visita que hizo mi pareja a la farmacia fue para comprar una prueba de embarazo.
18 de marzo, tras comprar el regalo para el "día del padre" (para mí padre), volvimos a casa y no esperamos ni un minuto màs, había que confirmar lo que mi intuición me sugería.

Pocos segundos tardaron en marcarse las dos lineas rosas que nos indicaban que una nueva vida se estaba formando dentro de mí.
Alegría, ilusión, miedo, dudas...un sinfín de sentimientos y emociones inundaron nuestros cuerpos, incrédulos nos mirabamos mientras nos confirmabamos el uno al otro : "vamos a ser padres".

Poco a poco, los miedos fueron desapareciendo y empezamos a comprender que nos encontrabamos ante el momento más increible de nuestras vidas.

No tardé en contarselo a mis padres y a mi hermano, de hecho, tras repetir otra prueba de embarazo y confirmar que estábamos de más de tres semanas, les dimos la noticia.

Comenzabamos una nueva etapa.